Los procesos de separación / divorcio son momentos complicados en la vida de prácticamente cualquier persona. Siempre es un proceso doloroso, de profunda tristeza, de frustraciones, de decepción y depende de las causas de la ruptura, también de mucha ira.
Sin embargo, como adultos responsables y sobre todo cuando hay hijos/as, debemos mantener la calma en las cuestiones relativas a ellos/as.
Actuar en lo posible con serenidad y situarlos al margen del conflicto es de vital importancia para su bienestar emocional.
Es importante que cuando ya tengamos clara la decisión de separarnos, lo comuniquemos a nuestros/as hijos/as. No hay nada peor que los silencios encubiertos.
Es importante también no dar más información de la necesaria sobre las cuestiones que estrictamente les afecten, como pueden ser el régimen de estancia, relación o convivencia que se tendrá con uno u otro progenitor, padre, madre, a partir de ahora.
No nutrir las necesidades afectivas de nuestros hijos por desviar la atención ante constantes disputas, someterlos a un proceso de alta conflictividad, no es, nos guste o no, un buen trato a la infancia. Las secuelas que podemos provocar a nuestros hijos/as, sobre todo si se cronifica la situación, son a veces de tal calado que precisarán la intervención de unidades de salud mental infantil para su tratamiento.
No ayuda en nada estar inmersos en disputas continuas. Es un desgaste anímico, físico, que realmente causa estragos.
Es responsabilidad de ambos adultos establecer una relación que les permita seguir cumpliendo con sus obligaciones parentales, cubriendo satisfactoriamente las necesidades de los hijos/as.
Es importante afrontar el duelo por la familia intacta y entender que ese proyecto de vida quizá se ha acabado pero se van a compartir hijos/as por muchos años más. En la medida en que seamos capaces de comunicarnos de la mejor manera posible, nuestros hijos/as estarán bien. Aseguremos pues su bienestar. Una infancia feliz, es una infancia con salud mental en el futuro.